LA MÚSICA EN SITUACIONES DE DOLOR CRÓNICO. SESIONES DE MUSICOTERAPIA EN LA LIGA REUMATOLÓGICA CATALANA

L

Los talleres de Musicoterapia que realicé en la Liga Reumatológica Catalana fueron un espacio de experimentación libre, de creatividad, de comunicación y de expresión. A través de las actividades musicales cada persona se ponía en contacto con su interior buscando el sonido y la música que en cada momento necesitaba expresar para sentirse mejor, a veces más tranquila y en otros momentos con más energía.


Con esta actividad no solo buscábamos el contacto con uno mismo sino también la interrelación con los miembros del grupo, que se da a través de la música, tocando y cantando, ya sea con palabras y, por lo tanto, con contenido verbal, como con sonidos melódicos que configuran un lenguaje no verbal.


Iniciábamos las sesiones con ejercicios de ritmo, partiendo de una música de percusión grabada y que servía de base para que los participantes se movieran (cada uno según sus posibilidades motrices) para descargar las tensiones, al mismo tiempo que tocaban instrumentos de percusión para ayudar a expresarse rítmicamente y a canalizar de forma estructurada su necesidad de desahogarse y de liberar las tensiones. Muy a menudo nos dábamos pequeños golpecitos con las manos sobre todas las partes del cuerpo, siguiendo un ritmo, con el fin de sentir el cuerpo más despierto; cada persona se lo hacía a ella misma y también al compañero.


Acto seguido escuchábamos dos músicas grabadas, una para conectar con las emociones y otra para entrar en un estado de relajación y tranquilidad interior, después del movimiento. Dejábamos que la música penetrase por todos los poros del cuerpo, respirándola, y también cantábamos encima, y siguiendo la melodía, una frase sobre la tranquilidad que tenemos dentro de nosotros y que nos ayuda a calmar la ansiedad.

boles tibetanos


En casi todos los encuentros dedicábamos un rato a hacer unos ejercicios para aprender a respirar mejor, con más amplitud, mientras trabajábamos la emisión de los sonidos vocales, largos, siguiendo el ritmo de la propia respiración. Primero cantábamos con la boca cerrada, como si quisiéramos decir la "m" y escuchando su resonancia por todo el cuerpo; después íbamos abriendo la boca y trabajando con todas las vocales y con las consonantes que más resuenan (la “m”, la “n”, la “ng”, etc.); y, por último, hacíamos diferentes combinaciones de vocales y consonantes, siempre con sonidos largos coordinados con la respiración. Al inspirar hay que llenarse bien de aire y al expirar se suelta el aire junto con el sonido, utilizado la respiración abdominal, básicamente. Este rato de trabajo con la voz y la respiración proporcionaba un estado de relajación muy intenso. También jugamos, a veces, a explorar qué sonidos puede hacer cada uno con su voz: largos o cortos, agudos o graves, fuertes o flojos, usando diferentes sonidos, o palabras inventadas...


Una actividad que a menudo incorporamos es la del viaje interior del sonido, en la cual cada participante escogía un sonido cantado que tuviera mucha resonancia y lo hacía viajar imaginariamente por todo el cuerpo, primero bajando desde la cabeza hasta los pies y después haciéndolo subir. Una vez hecho el recorrido se concentraba en una parte del cuerpo particularmente tensa o dolorida y dirigía la vibración de este sonido (a la cual se sumaban también las de los sonidos de los otros participantes), haciéndose un masaje con la vibración sonora.



También trabajábamos por parejas. Podía ser cantándole al compañero o compañera una "caricia" verbal, es decir, expresándole una cosa que nos gustaba de él o de ella por medio de una frase inventada, a la cual la persona le ponía una música también inventada sobre la marcha. La pareja escuchaba y recibía este reconocimiento con los ojos cerrados. Después se intercambiaban los papeles. Una variante de esta actividad consistía en cantar a la otra persona la afirmación de alguna cualidad personal que quisiera conseguir o reforzar.


Otras veces se trataba de cuidar de la pareja cantándole una música que saliera de dentro, espontáneamente, con la intención de ayudar a que la otra persona se sintiera bien, le llegara al fondo y le afectara positivamente.

gramófono


Acabábamos las sesiones haciendo trabajo de grupo, en círculo, con diferentes actividades, según el momento. Algunas veces pedía a cada participante que se conectase con su interior y con su estado de ánimo o emoción del momento y lo expresara cantado, sin texto, inventándose una melodía que solía acompañar con algún instrumento de percusión. El resto le escuchaba unos instantes y después se añadía al canto, siguiendo el mismo "clima" y emoción creado por la persona. Cada uno expresaba de esta manera sus sensaciones y el resto acogía su expresión, empatizaba con él y le acompañaba.


Igualmente cantamos afirmaciones grupales de aspectos que todos los miembros del grupo quisieran reforzar. Otras veces hacíamos improvisaciones más estructuradas siguiendo una escala de blues, por ejemplo, dónde alternábamos "solos" y fragmentos en los que improvisábamos todos juntos cantando y tocando.


Hacer una música entre todos dedicada a cada uno de los miembros del grupo también era una actividad frecuente, en la que la persona que recibía la música solamente escuchaba y el resto hacía un ejercicio de "ponerse en el lugar del otro" e inventar entre todos una melodía que le ayudase a sentirse mejor.


También dibujamos las voces de todos mientras cantaban. Hicimos entre todos una letra relativa al grupo, que lo definía, y cada persona le inventó una melodía, con lo cual cada participante creó una canción propia.

Hicimos visualizaciones de paisajes o situaciones de calma, paz y serenidad a las que poníamos música con nuestra voz, cantando lo que nos sugería la imagen visualizada, como si fuera una banda sonora que ayudaba a fijar más intensamente las sensaciones de tranquilidad.


Después de una sesión de Musicoterapia cada persona comentaba que se sentía más relajada y realizada por el hecho de haber hecho y creado música, con un estado de ánimo más positivo y con la riqueza y plenitud que le comportaba el haber compartido con el grupo emociones, sensaciones y vivencias. Durante estos momentos los protagonistas habían sido el sonido, la música, los instrumentos, las voces y su vibración; unos omentos en los que el dolor, las preocupaciones y el malestar quedaban en un segundo plano o, en el mejor de los casos, se habían podido olvidar.


Añadir comentario

Conxa Trallero Flix


Doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona, Máster en Musicoterapia por la Universidad Ramon Llull, Profesora Superior de Música por el Conservatorio de Barcelona y Pianista.