INTRODUCCIÓN
Desde 1990 vengo trabajando con grupos y colectivos diversos usando un método personal de Musicoterapia activa y creativa, que denomino Musicoterapia Autorrealizadora. Aunque también lo aplico de forma individual, la base más importante de mi labor reside en el trabajo de grupo, pues este aporta a los participantes una serie de elementos muy enriquecedores.
La Musicoterapia tiene una gran amplitud de campos de aplicación y de procedimientos, por lo que creo que cada musicoterapeuta debe encontrar los que más se adaptan a su formación, personalidad, preferencias y objetivos. Por lo que a mí respecta, a lo largo de los años he ido incorporando y adaptando diferentes técnicas a medida que he ido experimentando y comprobando por mí misma sus efectos y siempre que sintonicen con mi forma de entender y concebir el espacio terapéutico.
Desde siempre me he sentido atraída por las terapias alternativas o complementarias, que buscan la integración del mayor número de aspectos de la persona. Igualmente me inclino por aquellas prácticas que proponen bucear dentro de la persona para alcanzar un alto grado de autoconciencia, de contacto con el Ser interior y de introversión, sin olvidar por ello la necesidad que tenemos los seres humanos de exteriorizar, expresar y manifestar todo aquello que vamos sintiendo y descubriendo al explorar en nuestras profundidades.
Otro ámbito que me ha motivado y que ha estimulado mi búsqueda de nuevas fórmulas y estrategias terapéuticas es el de la creatividad. Tengo el firme convencimiento de que nuestra sociedad es demasiado pasiva ante los acontecimientos, la información o la publicidad y que se incita poco el “actuar”, al contrario de lo que sucede con el “recibir”, con lo cual nuestra capacidad creadora se va marchitando lentamente por falta de estímulos.
En el campo curativo esta pasividad nos lleva a buscar, cada vez más, fórmulas mágicas y remedios que provienen del exterior, a modo de píldoras que se pueden tomar y que esperamos que nos curen sin poner nada, o muy poco, de nuestra parte. Pero esto no suele resultar. Un proceso terapéutico, especialmente en el ámbito psicológico, requiere una postura activa. Si queremos modificar nuestras conductas, emociones y pensamientos debemos reconocerlos, analizarlos, decidir qué cambios queremos y podemos hacer y actuar en consecuencia, ayudados por un terapeuta y por una práctica psicoterapéutica.
En este sentido, propongo sustituir el término “paciente”, aplicado (cada vez menos, por suerte) generalmente a la persona que recibe psicoterapia, por el de “participante” sobre todo en el trabajo de grupo, puesto que es necesario que el individuo se implique y participe de la forma más activa posible en el proceso, en la medida de sus capacidades personales, emocionales y cognitivas. Por otro lado, el término “cliente” o “usuario”, muy usado en algunos enfoques de psicoterapia humanista, me parece adecuado para referirse a quien sigue una terapia individual.

LA CREATIVIDAD MUSICAL COMO FACTOR TERAPÉUTICO Y DE AUTORREALIZACIÓN
En el momento en que iniciamos un proceso terapéutico nos disponemos a remodelar, rehacer y recrear nuestra vida emocional y cognitiva. Estamos, por lo tanto, inmersos en un proceso que nos llevará a rediseñar y reprogramar aspectos de nuestra vida y de las relaciones con nosotros mismos y con los demás.
La actitud del participante que decide hacer Musicoterapia ha de ser la de quien busca nuevas posibilidades y alternativas a situaciones que le causan malestar, incomodidad y sufrimiento. Está, por lo tanto, posicionándose de forma participativa y creativa frente a sus problemas y necesidades.
Ser creativo implica tomar decisiones en función de las propias vivencias, experiencias, necesidades y expectativas, sin dejarse llevar por factores o influencias externas. Vivir creativamente es también ser cada vez más capaz de adaptarse a situaciones cambiantes, de improvisar y construir situaciones nuevas no influenciadas por los roles biográficos, de integrar progresivamente más aspectos de nuestra realidad y de nuestro sentir, pensar y actuar. Vivir creativamente es abrirse a la experiencia permitiendo que las situaciones discurran de forma natural sin forzarlas y sin querer “empujar el río”, metafóricamente hablando, porque este ya fluye por sí solo.
Por otro lado, el proceso creativo y el proceso terapéutico son equivalentes, porque ambos conducen hacia la resolución de algún conflicto. Las habilidades que se desarrollan al resolver las situaciones musicales son útiles también para otras situaciones de la vida cotidiana.
Considero que enfrentarse activa y creativamente a los propios condicionamientos, con la mirada puesta en el crecimiento y la superación, es una de las mejores maneras de autorrealizarse, es decir, de llegar a desplegar al máximo las capacidades que todos los seres humanos tenemos por el mero hecho de existir. El descubrimiento y desarrollo de las propias potencialidades necesita una actitud de búsqueda, de inquietud, de curiosidad y de exploración, cualidades todas ellas características del ser creativo.
En el momento en que iniciamos un proceso terapéutico nos disponemos a remodelar, rehacer y recrear nuestra vida emocional y cognitiva. Estamos, por lo tanto, inmersos en un proceso que nos llevará a rediseñar y reprogramar aspectos de nuestra vida y de las relaciones con nosotros mismos y con los demás.
La importancia de la creatividad como vía de autorrealización ha sido ampliamente investigada por psicólogos, pedagogos y musicoterapeutes. Se puede afirmar que una persona creativa es aquella que está receptiva y sensibilizada hacia el mundo, que confía en sus propias capacidades para establecer relaciones nuevas con su medio y que vive una vida completa y autorrealizadora, acorde con su entorno. Para ello no es necesario tener un talento especial: todas las personas poseemos distintos grados de inteligencia creativa.
Existe una sensación de autorrealización inherente a cualquier acto de creación, ya que este favorece que la persona pueda implicarse de forma total, sintiéndose integrada consigo misma y a la vez formando parte de la situación. Esta vivencia intensa y profunda del “aquí y ahora” conduce a una experiencia de gozo, unidad y plenitud. En el momento de máxima inspiración se pierde el sentido del pasado y del futuro. La persona se siente totalmente sumergida, fascinada y concentrada en el presente, lo cual confiere al acto creativo la categoría de experiencia culminante, un instante en el que se modifica la percepción del tiempo y del espacio y se puede producir una pérdida o transcendencia del ego.

Cuando aquello que nos conduce a la autorrealización es una actividad musical, obtenemos como valor añadido el deleite de estar produciendo sonido, ritmo, melodía y armonía, que constituyen una manifestación de las vivencias de nuestro ser interno; en ese momento estamos revelando los tesoros ocultos de nuestra música interior, que muestran un destello de nuestra esencia.
Para llegar a ello precisamos de una actitud de interiorización, puesto que antes de ir al exterior nuestra música personal ha de construirse en el núcleo de nuestra persona; hemos de aprender a escuchar las manifestaciones de nuestro ser más auténtico, el menos contaminado por influencias externas y estereotipos musicales y culturales. Hemos de re-crear y re-componer nuestra identidad musical genuina y sacarla a la luz, poniendo así de manifiesto toda nuestra capacidad creativa.
BREVE RECORRIDO POR LA MUSICOTERAPIA AUTORREALIZADORA (MTA)
El método que sustenta la Musicoterapia Autorrealizadora (MTA) está formado por un conjunto de disciplinas que he ido incorporando y que tienen sus orígenes en diversas teorías y técnicas:
- Terapias psicocorporales, como la Eutonía o la Bioenergética, que usamos para tomar consciencia del cuerpo e integrarlo con las emociones.
- Psicología Humanista, que propugna la capacidad de toda persona para autorrealizarse y manifestar sus potencialidades.
- Pedagogía Musical Activa, que defiende las cualidades formativas y terapéuticas de la práctica musical.
- Musicoterapia activa, que propone técnicas para resolver situaciones de conflicto y enfermedad a partir de la expresión espontánea.
- Análisis Transaccional, que aporta elementos que permiten la elaboración verbal y resolución de los problemas a través de un enfoque humanista e integrador.
- Filosofías Orientales, que ofrecen una serie de prácticas enfocadas a la obtención de la calma y el centramiento de la mente, sin necesidad de abrazar necesariamente sus premisas filosóficas.
Cada una de las disciplinas citadas se sustenta en un corpus de procedimientos que no siempre están basados en la utilización de la música. Pero a través de mis experiencias he ido descubriendo formas para adaptarlas al ámbito de la Musicoterapia, usándolas de manera que el sonido y la música se convierten en los principales protagonistas.
Así, los ejercicios corporales y de movimiento se realizan con la intervención de la voz y los instrumentos musicales; la meditación y las técnicas para centrar el pensamiento se efectúan cantando sonidos resonantes, de forma similar a los mantras, pero sin un contenido semántico.
Cuando aquello que nos conduce a la autorrealización es una actividad musical, obtenemos como valor añadido el deleite de estar produciendo sonido, ritmo, melodía y armonía, que constituyen una manifestación de las vivencias de nuestro ser interno; en ese momento estamos revelando los tesoros ocultos de nuestra música interior, que muestran un destello de nuestra esencia.
Una vez que a través del Análisis Transaccional se han descubierto ciertos mecanismos que impulsan a la persona hacia determinadas conductas y emociones que persiguen conseguir el amor y la aceptación de los demás, se inventan y se cantan frases, afirmaciones o caricias que contrarrestan los guiones y mandatos inhibidores que le originaron esa necesidad de buscar aprobación, y que le han ido creando un profundo y creciente malestar.
En las sesiones de MTA se utilizan los instrumentos, la voz y los distintos elementos de la música; trabajamos individualmente, por parejas y en grupo. La música grabada se usa poco. Tampoco solemos recurrir a cantar músicas conocidas por los participantes. Por el contrario, la mayor parte del tiempo trabajamos con música creada en el momento por ellos mismos o por el musicoterapeuta.
La. MTA utiliza el gran impacto emocional que produce la música en la mayoría de las personas para propiciar cambios en su situación vital. Al mismo tiempo que el participante va descubriendo nuevas posibilidades de expresión y comunicación musical se da cuenta de que puede ir incorporando nuevos sonidos, ritmos y melodías también a su vida cotidiana; observa que las modificaciones que se producen en las sesiones de MTA, en las que se descubre a sí mismo construyendo formas no verbales de resolución de problemas desconocidas hasta el momento, puede ir implementándolas en su entorno habitual.

La MTA favorece la manifestación de los aspectos más saludables de la persona, a la vez que le ofrece un marco de referencia seguro y protegido para afrontar las dificultades, elaborarlas también verbalmente y dar salida a los nudos y bloqueos de forma creativa y constructiva. El resultado de este trabajo es la posibilidad de reestructurarse emocionalmente, adquiriendo mayor dominio sobre la propia vida y sobre los efectos de las circunstancias externas.
Ciertamente, sabemos que en algunos casos no es posible modificar realidades o acontecimientos personales que rodean al individuo Lo que sí podemos hacer desde la MTA es darle herramientas para manejar las frustraciones, la intranquilidad y el dolor que se derivan de dichas circunstancias. También se le ofrece un marco para reflexionar sobre su parte de responsabilidad en los sucesos en los que se siente inmerso y ver qué posibilidades tiene de cambiar algunas actitudes que pueden estar originadas por guiones aprendidos.
Buscamos a la vez la interiorización y la exteriorización, la expresión dinámica de la vitalidad y la descarga de tensiones por medio del movimiento, paralelamente a la exploración de la calma, la tranquilidad y la relajación del cuerpo y la mente. De esta manera vamos incluyendo las polaridades y propiciando vivir los dos aspectos o polos de lo que, aparentemente, parece una dualidad antagónica. Pero sabemos que las polaridades no son más que distintas manifestaciones de una misma entidad, de una unidad dialéctica, y que cuando son aceptadas e incorporadas la persona empieza a sentirse autorrealizada, con la sensación de estar más completa y equilibrada.
Para ayudar a esta integración usamos, por un lado, las actividades de ritmo y movimiento corporal, con improvisaciones realizadas con instrumentos y percusiones corporales, que ayudan a organizar el aspecto fisiológico, a la vez que estructuran la percepción del tiempo y del espacio. Por otro lado, la melodía tiene un papel fundamental como elemento evocador de emociones significativas, lo cual facilita al participante regresar a situaciones no resultas y solucionarlas, o rememorar estados anímicos y afectivos positivos que desea reforzar. En este terreno el uso de la voz tiene un rol esencial pues constituye el aspecto más original, personal y creativo del ser humano, que posibilita expresar sentimientos y emociones íntimas y profundas. Para ello usamos la improvisación, generalmente emitiendo sonidos con vocales, consonantes o sílabas que se prolongan durante todo el tiempo en que dura la expulsión del aire.
Otras veces inventamos y cantamos frases que tienen un contenido significativo y elocuente; son caricias verbales, es decir frases que expresan y refuerzan las cualidades de los participantes; también cantamos afirmaciones de logros que se desea alcanzar, relacionados con la superación de problemas; otras veces cantamos frases-permiso que nos autorizan a ser como somos y nos hacen saber que somos aceptados incondicionalmente; también con la voz expresamos cuidados para nosotros mismos, para los compañeros y para nuestro niño interior... En cualquier caso, el uso de la voz conecta fácilmente y de manera eficaz a los participantes con su universo afectivo, a la vez que aprenden a mostrarlo y a compartirlo.
En resumen, la MTA se puede definir como un conjunto de técnicas y reflexiones que el participante aprende a utilizar para avanzar en la integración de sus polaridades, la resolución de conflictos, el crecimiento personal y la paz interior, todo ello a partir de la improvisación y la creación de la música adecuada a cada momento y circunstancia del proceso terapéutico.
MIS EXPERIENCIAS CON LA MTA

En un principio utilizaba la Musicoterapia principalmente como un medio de autoconocimiento, crecimiento y realización personal. Con el tiempo he ido ampliando las áreas de aplicación y también las metas y objetivos, incidiendo en problemas emocionales, especialmente en situaciones de ansiedad y estrés, tanto de origen profesional como producidas por otras causas.
Así, en los últimos años he trabajado sobretodo con enfermos oncológicos y con maestros con estrés. Los resultados de las intervenciones con MTA son muy satisfactorios, siendo recogidos y reflejados tanto por medio de tests y cuestionarios validados que han cumplimentado los participantes a los distintos talleres terapéuticos, como a través de las impresiones expresadas directamente por los mismos interesados.
En las intervenciones con MTA en personas enfermas de cáncer se observa una disminución de la Ansiedad, muy marcada en el caso de la Ansiedad de Estado y considerable, aunque menor, en la de Rasgo. Los participantes manifiestan que ven aumentar su capacidad de relajarse, de olvidarse de su enfermedad, de calmar la ansiedad cuando aparece y de vivir con mayor plenitud.
En el caso de los maestros con estrés, los resultados son muy similares en el sentido de disminuir considerablemente su grado de Ansiedad de Estado, que es uno de los síntomas más frecuentes del estrés, y de Cansancio Emocional, uno de los componentes del burnout o síndrome del quemado profesional.
En todos los casos en los que aplico un tratamiento con MTA los participantes destacan que, a medida que van asistiendo a las sesiones, los efectos que notan son más duraderos; así, pasan de experimentar sensaciones de calma y relajación profundas tan sólo durante el transcurso de la sesión a poder mantener este estado uno o dos días, hasta llegar a ser más o menos permanente a lo largo del tiempo que transcurre entre una sesión y la siguiente (generalmente una semana).
Buscamos a la vez la interiorización y la exteriorización, la expresión dinámica de la vitalidad y la descarga de tensiones por medio del movimiento, paralelamente a la exploración de la calma, la tranquilidad y la relajación del cuerpo y la mente. De esta manera vamos incluyendo las polaridades y propiciando vivir los dos aspectos o polos de lo que, aparentemente, parece una dualidad antagónica. Pero sabemos que las polaridades no son más que distintas manifestaciones de una misma entidad, de una unidad dialéctica, y que cuando son aceptadas e incorporadas la persona empieza a sentirse autorrealizada, con la sensación de estar más completa y equilibrada.
Además, en las sesiones aprenden recursos que pueden poner en práctica de manera autónoma, y que les permiten manejar y controlar la ansiedad y el estrés que sus situaciones vitales les generan. Estas prácticas refuerzan las experiencias positivas que viven en la terapia, a la vez que ayudan a mantener vivo el vínculo terapéutico con el musicoterapeuta y con el grupo.

Algunas veces la persona no está buscando un acercamiento terapéutico tan creativo, o no se encuentra en un momento en el que pueda o quiera hacer un trabajo de interiorización e introspección; otras veces no experimenta suficiente afinidad con las propuestas o no encaja con el procedimiento por resistencias o miedos. Cuando sucede esto, le propongo un trabajo que parte más de lo externo para, poco a poco, ir creando espacios de contacto consigo mismo como parte del proceso curativo.
Por mi parte, tengo una gran confianza en la eficacia y capacidad transformadora de la creatividad cuando es encaminada hacia realizar e inventar la propia música. He podido comprobar que la MTA resulta una herramienta muy útil, especialmente en situaciones en las que la persona necesita desarrollar la expresión, la comunicación y el aprendizaje del control de sus emociones y estados de ánimo con el fin de lograr un saludable equilibrio.