La Musicoterapia es todavía una ciencia poco valorada en nuestro país. Por una parte, porque es relativamente nueva y, por la otra, porque aún no se aplica demasiado en centros públicos. En este texto haremos un pequeño recorrido por su historia y analizaremos brevemente sus aplicaciones y efectos, fijándonos en su utilización en geriatría.
LA MÚSICA EN DISTINTAS CULTURAS
Muchas culturas han sabido apreciar el valor terapéutico de la música; así, para algunas tribus ha sido, y es todavía, una forma de ponerse en contacto con la divinidad y agradecerle los favores recibidos o pedirle otros; a veces el brujo o chamán realiza ceremonias con cantos y danzas para sacar “los malos espíritus” del cuerpo de la persona, consiguiendo así una mejora de su salud. Muchas tribus usan la música en rituales mágicos en los cuales la fuerza de la fe y la confianza en quien realiza el ritual actúan como elementos sanadores, a modo de placebo.
Pero también encontramos, a lo largo de la historia, otras culturas más racionales que han hecho un uso científico de la música como, por ejemplo, los antiguos griegos, que conocían las capacidades de la música para cambiar el estado de ánimo de las personas y la usaban como elemento terapéutico, especialmente en las dolencias mentales.
Cualquier situación en la que un colectivo de personas se reúne para cantar, tocar y bailar juntos, expresando emociones comunes como, por ejemplo, la alegría por un nacimiento, el dolor por una muerte o el agradecimiento por una buena cosecha crea unos fuertes vínculos entre todos los participantes. Estos lazos rompen el aislamiento y mitigan la soledad, generando la agradable sensación de pertenecer a un grupo que nos reconoce, acepta y valora. Este aspecto de la música como creadora de vínculos emocionales es uno de los elementos más sanadores de la música. En las manifestaciones musicales colectivas cada persona es protagonista y participa de forma activa, cantando, tocando instrumentos propios de su cultura o participando en las danzas que unen el grupo.

Si observamos una fiesta o una ceremonia africana, por ejemplo, veremos que no hay unos músicos que tocan y un público que escucha, como pasa en los conciertos de música clásica, sino que todos los miembros de la colectividad participan por igual, teniendo en cuenta sus posibilidades físicas; se establece, por lo tanto, una comunión íntima entre todos que ayuda a crear lazos afectivos y facilita la comunicación.
Nuestra cultura también tiene momentos en los que se crea esta unión. Recordemos, por ejemplo, los grandes acontecimientos deportivos, en los que la gente canta junta el himno de su equipo, o las manifestaciones religiosas en las que los fieles de cualquier creencia unen sus voces para alabar la divinidad en la que creen; también encontramos esta unión en las actividades militares: la música acompasa el paso de los soldados cuando marchan, los cohesiona hacia unos objetivos comunes y estimula su espíritu patriótico.
CAPACIDADES SANADORAS DE LA MÚSICA
La música tiene la capacidad de unir a las personas, lo cual en los tiempos que vivimos, que tanto promueven la incomunicación, es ya una cualidad digna de ser valorada. Además, nos facilita un canal para poder expresar lo que sentimos, ya sea alegría, nostalgia, tristeza, dicha....y compartirlo con los demás.
Los antiguos griegos conocían las capacidades de la música para cambiar el estado de ánimo de las personas y la usaban como elemento terapéutico, especialmente en las dolencias mentales
Pero, además de todo esto, encontramos que la música tiene otras utilidades. Estas aplicaciones “sanadoras” se han ido descubriendo con el tiempo y los estudios científicos realizados, sobre todo, a partir de la segunda Guerra Mundial. En esa época los médicos se dieron cuenta de que los heridos de guerra mejoraban más rápidamente si escuchaban música. Esto fue un punto de partida para crear en los Estados Unidos de América la primera Asociación de Musicoterapia, que siguió investigando sobre las propiedades de la música y su aplicación a distintos colectivos. Actualmente se sabe de forma científica que la música tiene efectos sobre el cuerpo, las emociones y el intelecto.
La música produce cambios fisiológicos en la respiración, el pulso, el latido del corazón, la actividad muscular y el sistema inmunológico, entre otros. En el nivel emocional es capaz de hacernos modificar el estado de ánimo, recordar sensaciones y sentimientos, provocarnos emociones de bienestar y plenitud y establecer empatía con los demás.

En el ámbito intelectual o cognitivo, a través de la música podemos desarrollar y mejorar la atención, la escucha consciente y analítica (entendiendo qué estamos oyendo, qué instrumento suena, qué estructura tiene lo que escuchamos, etc.), la memoria musical, que nos permite reproducir una música que conocemos o que aprendemos, y la memoria del texto, cuando recordamos la letra de una canción, por ejemplo.
ÁREAS DE APLICACIÓN DE LA MUSICOTERAPIA
Habitualmente se usa una división de la aplicación de la musicoterapia en diferentes áreas, dependiendo de las personas a quién va dirigida. Así, encontramos el área educativa en la que se trabaja con niños con necesidades especiales; el área de salud mental, dirigida a pacientes, jóvenes y adultos, con depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, psicosis, estrés, etc.. Otra área es la clínica, en la que se trabaja en los hospitales con pacientes ingresados que tienen que ser intervenidos, en la unidad de quemados, en diálisis, neonatología, o con pacientes en coma, etc.
Y, por último, y en el ámbito de la geriatría, la musicoterapia ha mostrado unos resultados muy esperanzadores en cuanto a su eficacia. No podemos decir que cure todas las dolencias de la vejez, pero sí que ayuda a mejorar el grado de bienestar y la calidad de vida de las personas de la tercera edad, a la vez que ayuda a retrasar su deterioro físico y cognitivo.
MUSICOTERAPIA EN GERIATRÍA

Aunque a veces parezca que las actividades de musicoterapia con personas mayores son muy lúdicas, sencillas y no tienen una utilidad terapéutica, cada ejercicio está pensado y tiene unos objetivos específicos. Por ejemplo, el tocar instrumentos ayuda a movilizar las articulaciones al mover partes del cuerpo que habitualmente se usan; de este modo se hace un trabajo de rehabilitación siguiendo la música, lo cual añade un estímulo muy potente, porque su ritmo incita al movimiento: todos nos hemos “descubierto” moviendo alguna parte de nuestro cuerpo escuchando una música con ritmo marcado. El hecho de cantar canciones, aunque creamos que no tenemos una voz bonita o que no afinamos mucho, ayuda a fijar los recuerdos y las emociones que están asociadas a estas canciones, especialmente las que se escuchaban o cantaban en la juventud. También ayuda a memorizar las letras, como he indicado antes. A veces, se puede aprender una canción nueva que contenga los nombres de los compañeros del grupo de musicoterapia, cosa que ayuda a los participantes a memorizarlos mejor (¿quién, de esa generación, no ha aprendido las tablas de multiplicar cantándolas?), o también se pueden aprender canciones con los días de la semana u otros conceptos que con ayuda de la música se fijan mejor en la memoria y se evita que se olviden.
En el ámbito de la geriatría, la musicoterapia muestra resultados muy esperanzadores. Ayuda a mejorar el grado de bienestar y la calidad de vida de las personas de la tercera edad, a la vez que ayuda a retrasar su deterioro físico y cognitivo
En cualquier caso, no buscamos un resultado estético “bonito”; ya sabemos que las personas vamos perdiendo capacidades con el paso de los años, y que lo que tocamos y cantamos será menos “perfecto” que si fuéramos músicos profesionales o si tuviéramos 30 años menos, pero lo que importa de verdad cuando escuchamos música con atención o cuando la hacemos cantando o tocando es que la música siempre nos conecta con las partes más sanas y saludables que todos tenemos, nos hace experimentar emociones auténticas y nos permite expresar aquello que somos de verdad, independientemente de lo que sepamos o podamos hacer...
La música nos permite reconocer y mostrar nuestra propia esencia, nuestras capacidades y cualidades humanas más genuinas. La música nos ayuda a mostrar todo aquello que nos diferencia de los demás, que nos hace seres exclusivos e irrepetibles, al mismo tiempo que nos facilita una vía de unión y de compenetración con esos otros. La musicoterapia propone que, a través de la música, cada persona anciana pueda olvidarse de lo que no puede hacer, de sus limitaciones, y se centre en todo lo mejor que puede ofrecer de sí misma, sin juzgarlo ni querer que sea perfecto. Lo importante es encontrar y manifestar con la música las riquezas internas que todos los seres humanos poseemos por el hecho de existir.