Musicoterapia: Los efectos de la música en situaciones de dolor crónico

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El texto que sigue reproduce íntegramente el artículo publicado en catalán en el número 46 de Reu+, la Revista de la Lliga Reumatològica Catalana correspondiente al mes de marzo de 2006. Pág. 16-19.

Texto


La música, una vía terapéutica de expresión y comunicación

A lo largo de la historia podemos observar que casi todas las culturas han usado la música como un ingrediente aglutinante de los miembros de una comunidad y que contribuye a crear y fortalecer los vínculos familiares y sociales. Así, muy a menudo la música se ha usado, y todavía se usa, para acompañar o celebrar acontecimientos importantes o trascendentes en la vida de la colectividad, como por ejemplo una muerte, un nacimiento, la cosecha o también para hacer más agradable la tarea diaria y los trabajos en el campo o en la mar. También encontramos muchos rituales de iniciación y de sanación que se acompañan con danzas y cantos que unen a todos los participantes en una misma actividad, permitiéndoles expresar sus emociones y ayudándoles a comunicarse con los demás. La práctica musical compartida ayuda a romper el aislamiento y la soledad y permite exteriorizar el mundo interno, aliviando el sufrimiento y la angustia o manifestando la alegría.

Es importante remarcar que estas actividades musicales son colectivas, quiere decir que no hay nadie que esté excluido de ellas y que los cantos y bailes se aprenden por tradición oral sin que haga falta estudiar música en el sentido que entendemos actualmente, es decir, sin necesidad de aprender a leer y escribir la notación musical. Este aspecto comunicativo y participativo confiere a la música una gran parte de su calidad curativa.

Los antiguos griegos ya conocían la capacidad terapéutica de la música y la utilizaron con los enfermos. Posteriormente diferentes civilizaciones, en mayor o menor grado según su sensibilidad, hicieron uso de técnicas musicales para paliar los síntomas de varias patologías. La instauración formal de la Musicoterapia como Ciencia en el mundo actual data de la segunda mitad del siglo XX, momento en el que se fundó la Asociación Americana y a partir del cual las investigaciones sobre los resultados de la aplicación de la Musicoterapia en diferentes enfermedades no han parado de aumentar y de difundirse.

¿Qué es y como actúa la Musicoterapia?

La Musicoterapia es una disciplina relativamente joven y, en nuestro país, poco conocida. Esto favorece que circulen toda clase de tópicos y de ideas erróneas sobre qué es y como se usa.

Por un lado, predomina la idea que una persona puede aplicársela en casa, sin un terapeuta, sólo escuchando un disco adquirido en una tienda más o menos especializada y que está prescrito para tal o cual enfermedad. Así, encontramos listas de músicas que sirven para todo, desde reducir el colesterol hasta hacer desaparecer las verrugas. Pero es del todo inexacto pensar que hay músicas que se pueden recetar de forma masiva y para todas las personas, situaciones y dolencias. Por otro lado, y relacionada con el anterior falso concepto, está muy extendida la creencia que la Musicoterapia consiste tan sólo a escuchar música de una forma pasiva. Nuevamente se trata de una idea muy alejada de la realidad. Porque si bien es cierto que hay casos en que la Musicoterapia se aplica de una forma receptiva -que no quiere decir pasiva- y el paciente escucha música guiado por un terapeuta que va ayudándolo a elaborar y exteriorizar lo que siente, hay un trabajo muy importante que se realiza estimulando a la persona a que se implique activamente en la sesión cantando y tocando instrumentos sencillos (sobre todo de percusión), mientras busca su manera particular y personal de manifestar su mundo interno y sus conflictos. Por lo tanto, no se trata de buscar fuera de un mismo música o músicas que causen determinado efecto más o menos intenso, sino que se trata de buscar en nuestro interior aquellas músicas que conocemos o que inventamos en el momento y que nos ayudan a conectar con nuestra parte más profunda e inconsciente y a exteriorizarla.

Es decir, que la música cantada y tocada por el propio paciente tiene la capacidad de conmoverle profundamente; es una vía de expresión de sentimientos a la vez que ejerce un fuerte impacto sobre el estado de ánimo, creando situaciones favorables a la descarga emocional, a la manifestación de alegría, tristeza, angustia…

Muy a menudo la noción que se tiene sobre la Musicoterapia es que sirve tan sólo para calmarse y que para este fin son adecuados los CD que se venden bajo el título de Música "relajante". Es importante aclarar que la música puede relajar pero también puede activar, crispar, angustiar, entristecer, alegrar y que puede tener efectos opuestos, dependiendo del estado de cada persona, de sus experiencias con la música, preferencias, etc. Por esta razón hace falta conocer el diagnóstico del paciente y qué música le conviene en cada momento para poder obtener los resultados deseados. La música no es un medicamento inocuo. Mal administrada puede producir efectos adversos o, simplemente, afectos contrarios a los que se esperan; bien administrada, en cambio, tiene unas indudables calidades para conseguir la restauración, el mantenimiento y la mejora de la salud mental, emocional y física de las personas.

Los elementos de la música y su efecto sobre la persona

Nos podemos preguntar qué tiene la música que la hace ser así de terapéutica. La respuesta está en los elementos que la forman, que abarcan todos los aspectos del ser humano. En primer lugar, el aspecto físico, corporal o material está relacionado con el sonido, que es la primera materia de la música: una realidad física formada por las vibraciones sonoras que nos llegan al oído transmitidas por el aire.

Cuando escuchamos una música muy rítmica, por ejemplo de tambores africanos, sentimos un impulso irrefrenable de movernos y bailar, siguiendo la música. El ritmo es el primer elemento estructurado de la música y proporciona sensación de orden, de organización. El equivalente en el ser humano es el aspecto fisiológico, porque nuestro organismo funciona a partir de ritmos, igual que la naturaleza: el latido del corazón, la respiración, la circulación sanguínea, los ciclos de sueño y vigilia, los ciclos menstruales, las mareas, las estaciones, los años… Todos estos acontecimientos siguen una secuencia de hechos que se repiten en un periodo de tiempo más corto o más largo.

A veces, una canción que escuchamos o cantamos nos puede hacer llorar; otras, nos sentimos alegres con alguna música. Es la melodía, es decir la sucesión de diferentes alturas de los sonidos, la que nos provoca cambios en el estado de ánimo. Podemos afirmar, pues, que la melodía es el elemento de la música que nos pone en contacto con nuestras emociones.

Y todavía un tercer elemento de la música, este más complejo, es la armonía. Consiste en la superposición de diferentes alturas de sonido que suenan a la vez, como cuando oímos un acorde o una música cantada o tocada por un coro o una orquesta. Darnos cuenta de esta simultaneidad, procesarla y comprenderla requiere de una actividad intelectual importante.

Por lo tanto, en la música encontramos integrados los diferentes aspectos de la persona: físico (ritmo), emocional (melodía) y mental (armonía). Y desde esta integración podemos seguir ascendiendo a otros niveles y llegar al aspecto espiritual, porque la música también es capaz de hacernos experimentar estados elevados de conciencia y tener experiencias transpersonales de fusión con el Universo.

Está comprobado que la música es capaz de originar cambios en la persona, que pueden ser fisiológicos, emocionales, cognitivos, interpersonales, espirituales. Las numerosas investigaciones que se han llevado a cabo hasta el momento demuestran una gran capacidad transformadora y curativa de la música cuando se aplica en un entorno terapéutico, con la intervención de un musicoterapeuta profesional, con un plan de tratamiento, unos objetivos y un compromiso por parte del paciente de tomar parte activa en la terapia.

Ámbitos de aplicación de la Musicoterapia

Dentro la Musicoterapia hay varias escuelas y tendencias. La primera división que se puede hacer está referida a la utilización de la música de forma pasiva o activa. Hay métodos y musicoterapeutas que usan, básicamente, la audición de músicas significativas para el paciente (no de músicas estándar); esta intervención es la única posible en algunos casos, como por ejemplo con personas que están en coma, enfermos terminales o en estado vegetativo, recién nacidos, anestesiología, etc. La otra tendencia, la que usa la música de forma activa tiene aplicación sobre todo en el ámbito educativo y en todos los casos en los que el paciente puede participar activamente en las sesiones. A menudo se mezclan las dos técnicas en una misma sesión. También hay varios enfoques según la línea psicológica a la que se adscribe el terapeuta: psicodinámica, conductista, cognitiva, humanista.

Los campos de aplicación de la Musicoterapia son numerosos y abarcan diversos ámbitos. Se habla, generalmente, de 4 áreas de aplicación: clínica, geriatría, salud mental y educación. En cada una de ellas los pacientes pueden recibir tratamiento de forma individual o en grupo, en función de su situación y patología.

Personalmente, utilizo un método propio al que denomino Musicoterapia Autorrealizadora, de orientación humanista y que parte de la confianza en las capacidades expresivas, creativas y musicales que son inherentes a todos los seres humanos, sin tener ningún conocimiento específico de música. Todos estamos inmersos en un mundo donde hay música, un lenguaje que nos es familiar aunque no lo sepamos leer ni escribir, y con el cual nos podemos expresar sin esfuerzo, tal y como hacíamos cuando éramos pequeños. Tan sólo hace falta aprender a dejarse ir, perder el miedo, explorar y recuperar las habilidades olvidadas.

La creatividad expresada musicalmente produce una gran satisfacción y realización personal porque implica a la persona de forma integradora con cuerpo, alma, emociones e intelecto. En este camino hacia la autorrealización el descubrimiento de la voz propia es un factor decisivo. Este trabajo comporta, de alguna manera, ponerse en contacto con nuestra esencia, esta particularidad que nos diferencia de todos los demás y a la vez nos une; nos permite experimentarnos como una parte del Cosmos, como un instrumento del gran concierto de la vida.

Musicoterapia y dolor crónico

Se ha comprobado que la música activa la producción de endorfinas y que la utilización de la voz es particularmente terapéutica. Una investigación reciente realizada por científicos de la Universidad de Frankfurt ha demostrado que, tras cantar, los participantes en un coro no profesional habían aumentado considerablemente las concentraciones en sangre de inmunoglobulina A (sistema defensivo del organismo). En cambio, después de escuchar pasivamente la misma música, sin cantarla, los valores eran los normales. Los científicos concluyeron que cantar no tan sólo fortalece el sistema inmunitario sino que mejora notablemente el estado de ánimo.

En situaciones de dolor crónico la Musicoterapia se usa para relajar, calmar la angustia y el estrés; expresar las emociones; proporcionar entretenimiento, distracción y satisfacción personal, lo cual ayuda a disminuir la percepción del dolor.

Aunque puede parecer que la actividad más apropiada para lograr estos objetivos sea la escucha receptiva de música relajante, mi experiencia me ha demostrado que es mucho más eficaz la Musicoterapia activa, tal y como demuestra el estudio citado anteriormente. Cuando los miembros del grupo cantan y tocan expresando lo que sienten se crea un estado de máxima concentración, un estado de total presencia en el "ahora"y "aquí" similar al que se consigue con la meditación. Esta práctica no sólo ayuda a parar los pensamientos obsesivos o recurrentes sino que proporciona una sensación de libertad y de tranquilidad física, emocional y mental. La vibración de las voces y de los sonidos que entre todos se van creando actúa sobre cada participante, como un masaje que le ayuda a equilibrarse externamente e internamente, como un hilo conductor que le lleva a centrarse y a sentirse más vivo y más en contacto con experiencias vitales y enriquecedoras. Esta vivencia nos hace sentir realizados como personas y nos ayuda a percibir el dolor con menos tensión y crispación y con un estado anímico más tranquilo y sosegado.

La Musicoterapia aprovecha las aptitudes catárticas de la música, por una parte, que favorecen la manifestación emocional y la descarga de inquietudes y angustias, y por la otra, usa las capacidades balsámicas de la melodía y del sonido, que pueden ofrecer consuelo y reconfortar a las personas que sufren.

Conxa Trallero Flix


Doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona, Máster en Musicoterapia por la Universidad Ramon Llull, Profesora Superior de Música por el Conservatorio de Barcelona y Pianista.